Plata y plomo: un diálogo entre arte y narcotráfico. Entrevista con Santiago Rueda
Por: Lina Tono
En días pasados compartimos una mañana con Santiago Rueda, curador, historiador del arte y autor del libro “Plata y Plomo”, y le invitamos a conversar sobre el tema principal de su investigación: la estrecha relación que se ha venido forjando por décadas entre el arte y el narcotráfico en Colombia, y cómo las drogas y las economías ilícitas han permeado el trabajo de algunos artistas y el destino del arte en nuestro país.
En su libro y, en general, en los ensayos y exposiciones de arte que Rueda ha estado publicando y organizando por varios años a lo largo y ancho de Latinoamérica, se nos revelan reflexiones profundas sobre la influencia de las drogas de uso ilícito en la producción artística colombiana y se nos plantean preguntas clave sobre la pertinencia y vigencia de las políticas de drogas que han conducido la lucha contra las drogas en nuestro país y en toda la región.
S.R.: El libro se escribe gracias a la invitación que me hace el editor Juan David Correa y viene precedido de otros textos como “Una linea de polvo. Arte y drogas en Colombia” (2009), “Post scriptum” y “Una linea de polvo en America latina” (2017). Éste último recoge la experiencia de realizar “Una linea de polvo” como una exposición que ha estado en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, México, Uruguay y Colombia desde el año 2012 hasta hoy. En este caso, la invitación era a contar una historia de las drogas y las sustancias en Colombia, y a la vez una historia del arte colombiano a través de las obras y artistas que han tratado el tema. El libro, entonces, trata de acercar al gran público y al lector no especializado para entender los temas inevitables: la bonanza marimbera, los usos ancestrales, la influencia de lo narco en la cultura colombiana; en la arquitectura, la música, el deporte, las colecciones de arte, la dosis personal, el futuro de las drogas y las drogas del futuro. Así, el lector puede entender por qué el texto es válido en el arte. Por qué se usan seudónimos y, por ende, la autoría es desafiada, por qué los artistas vuelven a los archivos personales, públicos, de prensa, de video; por qué las imágenes y símbolos prehispánicos siguen siendo válidos, y también por qué los medios se usan y cuáles son: el collage, el dibujo, el video, la música misma presentada como archivo dentro y fuera de la red.
El libro también es una historia corta de las sustancias, de la coca, principalmente, pero también de las sustancias que cruzan nuestro territorio hoy.
Mi interés en el tema, aparte de creer que es urgente, que nos afecta en todo (en lo ambiental, lo social, lo político, como problema de salud pública) y que debe ser ventilado y discutido, se debe a que el arte permite hacer un tipo de activismo y educación que las políticas ya ensayadas no han probado quizá. El arte permite sensibilizar y poner en diálogos diversos -desde diferentes posturas y actitudes, desde diversos territorios y medios, desde lo personal y lo subjetivo- a lo político, a la complejidad del fenómeno de las drogas y, más específicamente, de la guerra contra las drogas que en Colombia no llega a resolverse y es empeorada, sabiéndose perdida, por el gobierno actual en casi todos sus campos: en prevención, consumo, cultivos ilícitos, persecución efectiva de los grupos ilegales…
S.R.: Probablemente por que los artistas concebían al arte muy fuera de las problemáticas sociales y del contexto. También porque, históricamente, los artistas colombianos pertenecían a las élites -a diferencia de hoy- y su mirada estaba puesta en Europa y Nueva York. Obviamente, se debe también al dominio que ejercieron los “monstruos trabistas” sobre el arte colombiano. También por la presión que ejercía el dinero narco en el mercado de arte, forjando gustos y preferencias que torcieron también el camino de los artistas.
En “Todo comenzó por el fin” de Luis Ospina, recordando la vida artística en los años 80, Sandro Romero declara: “Uno estaba metido en la celebración y no en el fenómeno.”